viernes, 12 de agosto de 2016

El Gualdalquivir en Córdoba (1)

El Guadalquivir en Córdoba fue río vivido, corriente de agua parada y giro de rueda y rodezno. Lavadero de agua clara, ruta de pineros y gancheros. Paso y paseo de barcas, vado y abrevadero bravío, arenal de areneros y peceros de agua dulce de taberna y tapa de adobo y escamas.

El Guadalquivir en Córdoba fue también rio vivo, de crecida súbita de arena y agua turbia, hábitat de bichos y plantas, madera de viga de chopo y teja verde de choza y chozo de orilla, de peces y ranas, pájaros y cabras.
El río vivo y vivido llegó a ser un no-río muerto de aguas negras de alcantarilla y alpechín, refugio de carpas y paraíso perdido de anguilas, bogas y esturiones, un no-río vacío de gente y recuas, arrabal olvidado casi maldito arropado de muros de piedra de hormigón, en un intento tras otro de dominar crecidas y mirar más el paso del tren que la corriente del agua.
El río volvió a ser río como corriente de agua turbia de Góngora, con orillas en ocasiones verdes repletas de vegetación y pluma ,y en otras grises llenas de hormigón y jardines de balcón con pájaro de hierro incluido; molinos recuperados y cubiertos de barro con un muro de vegetación que impide la mirada cómplice río-ciudad, ciudad-río.
El río se despertó poco a poco para ser río visto más que vivo o vivido, un espacio más para mirar desde el balcón y el puente que para sentir y tocar desde la orilla o la corriente. Se despertó también una nueva conciencia-río que en forma de plataforma de río vivo reclama un nueva cultura de río, o lo que es lo mismo, una nueva forma de ver, hacer y sentir en el río.
Imágenes:
http://www.naif.enredados.com/cuadros.html

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