Ernesto, que escriba con el pseudónimo de Paul Gwynne
sobre el Guadalquivir a principios del siglo pasado, no era amante pues de batracios,
y parece que tampoco de galápagos y culebras. Sin embargo, Ernesto, como otros
viajeros románticos que lo precedieron, era alma enamorada del pasado glorioso del
Gran Río, y además defensor acérrimo del regeneracionismo hidráulico y el
determinismo fluvial, cuestiones no exentas de polémica bien entendida, pero justificadas
desde la formación y experiencia del autor en eso del agua, el regadío y la electricidad.
El Guadalquivir, su personalidad y sus gentes es un
libro sobre el viaje que el autor realiza acompañado de Ángel Pizarro, maestro
malogrado por caer en el vicio de escribir y en la irrefrenable pasión por los
libros. Desde Quesada a Sanlúcar viajero y guía recorrerán caminos de carne o
herradura, llenando las alforjas de historias, tipos y quizá tópicos también de
los pueblos y gentes del Guadalquivir y por extensión de Andalucía.
Cerca ya del décimo aniversario de la primera
edición traducida por Victoria León, dedicamos esta entrada a Ernest(o) Slater (1869-1942)
que no gustaba de ranas pero sí de cigarreras y bailaoras de boleros, princesas
hechizadas que sin saberlo Ernesto cantaban a orillas del Guadalquivir en las
noches de luna clara.
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