domingo, 26 de septiembre de 2010

Día mundial de los ríos

Tenemos el calendario lleno de días especiales, efemérides y celebraciones. No falta el día del árbol (28 de junio), el hábitat y los animales (4 de octubre) o las montañas (11 de diciembre). El agua también tiene su día (22 de marzo) como los humedales (2 de febrero), y la lucha contra la desertificación y la sequía (17 de junio). No hay tema ambiental ni ecosistema que de una u otra forma no tenga un día en el que la sociedad o colectivo implicado manifieste su preocupación y compromiso.

Río Turón (El Burgo, Málaga)
Los ríos tienen dos días. El 14 de marzo, el día de acción contra las represas, a favor de los ríos, el agua y la vida y hoy 26 de marzo, día mundial de los ríos (1). Acabo de ojear la prensa de hoy, y no encontrado referencia alguna a esta celebración. Sólo algunos foros y web especializadas destacan el día como una jornada de reivindicación y denuncia de la situación general de nuestros ríos (2,3).

Quizás sea esta situación fiel reflejo de lo que en la sociedad pasa. Los que vivimos el río creemos muchas veces que la ciudanía es consciente de los ríos que perdidos, de las corrientes calladas por presas y (ab)usos del agua. Creemos que toda persona siente y padece cada río preso por nuestro desarrollo. Son aquellas personas que calmaron su sed en la corriente, los que sin piscinas tomaban el baño en la poza, o los que alguna vez en su vida entraron en el río, los que lloran y repudian las aguas y riberas muertas de nuestros ríos.
Río Turón (Ardales, Málaga)
En un día como el de hoy, en la medida de nuestras posibilidades, unos y otros debemos elevar nuestra voz a la administración, pero también al vecino, al compañero de mesa en el café o en el paseo de domingo. No perdamos oportunidad de divulgar cual es la situación actual de muchos de los ríos andaluces, pero también de lo que fueron en otro tiempo los ríos, de las sensaciones del agua fresca en la boca, del frío en los pies al vadear la corriente, del pez atrapado en las manos, o de la simple sombra de la ribera.

Río de La Venta (Tajo del Molino, Málaga)
En una región en la que la sociedad señala la construcción de más embalses como principal medida para solucionar los problemas del agua está claro como ésta que queda mucho por hacer en materia de educación y por supuesto de acción. Hace falta la acción pública por supuesto aún en tiempos de crisis y recortes, de lo contrario llegarán las sanciones y pagos millonarios a la Unión Europea por no cumplir con los objetivos de la Directiva Marco del Agua (4); pero también es necesaria la acción privada, a título personal o colectiva, la reivindicación del tramo de río más cercano o la denuncia de este u otro vertido o residuo, vallas que niegan la servidumbre, presas obsoletas, y talas o quemas indiscriminadas.
Río de La Venta (Tajo del Molino, Málaga)
Es hoy día, jornada de denuncia pero también de acción. Que no falte el encuentro en el río, la tortilla o el filete empanado, tampoco el perol en buena compañía, tras el paseo por la ribera, la limpieza de las basuras que otros dejaron, de mirar lo verde o negra que anda el agua, y si es posible el baño o al menos los pies en el agua.

Pineros, madereros o gancheros

El río es fuente de vida y oficio. Hoy. Creemos que el agua del río se limita a calmar la sed de boca y acequia o a mover turbinas hidroeléctricas. Olvidamos otros servicios y usos del agua que durante siglos han generado también riqueza y beneficio directo.
El río fue siempre medio de transporte de mercancías y personas. De ello daremos cuenta en su momento. Hoy recordamos uno de los usos del río que desapareció a mediados del siglo pasado: el transporte de madera, trabajo, oficio y arte del pinero, maderero o ganchero.


Transporte de madera por el Guadalquivir. Año 1937
Ríos andaluces como el Guadalquivir, Guadalimar, Guadiana Menor y Genil has visto pasar miles de troncos para construir aguas abajo barcos, vías de ferrocarril y viviendas. El pinero con su gancho o percha conducía la maderada de pinos sueltos o en almadías a favor de la corriente huyendo de la orilla y sorteando presas y azudes.


Recreación de las antiguas maderadas en La Gralla (Sierra del Segura). Septiembre 2009. Foto: Yaiza Reid/Juanma Delgado
http://www.miradasdeandalucia.es/blogmiradas/juanmadelgado/2009/11/26/oficios-del-bosque/

El transporte de madera desde las Sierras de Segura y Cazorla por el Guadalquivir y sus fuentes hasta Mengíbar, Córdoba o Sevilla fue una actividad importante durante más de diez siglos hasta finales de los 40 del siglo XX. A pesar de ser un uso recogido en la anterior Ley de Aguas la actividad fue cediendo al peso de comunidades de regantes e hidroeléctricas que año tras año reclamaban la compensación por los daños y perjuicios del cese de actividad ante el paso de la madera. El pago de los derechos de paso, ya establecidos en la Edad Media, los impuestos por el tráfico de mercancías, las indemnizaciones y, como no, las cada vez más y mayores presas construidas en los tramos altos de la cuenca dieron fin a una actividad mantenida durante siglos.
Para profundizar en la forma de vida, así como en origen, volumen y destino de los materiales os recomiendo la lectura de los trabajos de Ricardo Córdoba (1) y Eduardo Araque (2). Sin embargo, para ser pinero o tronco llevado por la corriente os recomiendo la novela de José Luis Sampedro El río que nos lleva (1961), llevada al cine en 1988 por Antonio del Real.

(1) CÓRDOBA DE LA LLAVE, R. (1995). Comunicaciones, transportes y albergues en el reino de Córdoba a fines de la Edad Media. Historia. Instituciones. Documentos, Nº 22, pags. 87-118 (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=258378)
(2) ARAQUE JIMENEZ, E. Conducciones fluviales de madera desde las sierras de segura y Cazorla (184-1949). Cuadernos Geográficos, 40 (2007-1), 81-105. (http://www.ugr.es/~cuadgeo/docs/articulos/040/040-005.pdf)

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Recuperar la magia del agua

En el mundo de la ciencia, las náyades son larvas acuáticas de insectos como efemerópteros, plecópteros y tricópteros, entre otros, que habitan o deberían hábitar las aguas de nuestros ríos. Náyades son también muchos de los moluscos bivalvos de agua dulce. Su presencia nos indica una buena calidad ecológica de las aguas, mientras que su ausencia nos informa de la degradación del ecosistema acuático.

Río Genal (Málaga) 

En la mitología griega, las náyades son las ninfas de agua dulce, espíritus femeninos, seres mágicos que con la historia serían más tarde hadas y doncellas moras protagonistas de mitos y leyendas en torno al agua. Las Náyades eran la esencia misma de la naturaleza del agua, las que permitían que el hombre fundara ciudades en las orillas de los ríos y aprovecharan las aguas de las fuentes o manantiales que habitaban.

Sin embargo, las náyades celosas de su relación con el hombre, resultaban también peligrosas. Se rebelaban cuando las olvidaba, o cuando usurpaba sin consentimiento sus aguas, llevándolo a la locura o simplemente arrastrándolo para siempre a las aguas profundas. Eran las náyades hermosas figuras femeninas, seres míticos de gran longevidad pero mortales, cuando el río, el lago o la fuente se secaba...

Hylas y las ninfas. Waterhouse (1896)

Ojalá que con el futuro Plan de Restauración de Ríos de la nueva Ley de Aguas de Andalucía y la Estrategia Andaluza de Restauración de Ríos consigamos entre todos recuperar la magia del agua. Ojalá que consigamos proteger las náyades que todavía habitan las aguas de nuestros ríos, ojala que consigamos potenciar la relación armónica con el hombre y mantener así el frágil equilibrio que permita la perpetuación del mito y del ecosistema. Pero sobre todo, ojalá que recuperamos la leyenda, la magia perdida con el paso del tiempo, y el culto al agua que, trasmitido a lo largo de las culturas y generaciones que nos precedieron, hoy yace yermo olvidado de nuestra memoria.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Una de inundaciones

Con motivo de las últimas inundaciones del Guadalete en Jerez y la serie entradas “El río que nos lleva” del magnífico blog de los hermanos García Lázaro (1), hice una breve reflexión que mandé a Agustín. Incluyo estas ideas casi un año después, a punto de empezar una nueva temporada de lluvias con embalses casi llenos, y el inicio de las actuaciones de mejora de la capacidad de desagüe del Guadalete en el entorno de Jerez. Ni este comentario ni dichas actuaciones por si solas son suficientes para resolver el tema complejo de las inundaciones. Desde Viviendo ríos iremos poco a poco intentando a portar ideas que enriquezcan del debate y puedan ayudar a buscar soluciones entre todos los implicados.

El Guadalete, nuestro Guadalete, dejó de ser río hace tiempo. De ello se encargó, no los pantanos que se construyeron, sino nosotros mismos cuando decidimos embalsar las aguas corrientes para nuestro provecho. Decidimos que el agua debía regar cultivos, que las crecidas periódicas que otrora abonaban las vegas del Guadalete, no eran necesarias, y que fueran sustituidas por nitrato de Chile o Puertollano.
Nuestra es también la culpa de olvidar lo que el Guadalete fue, un río con avenidas y estiaje natural, o lo que es mismo, un río vivo. Seguimos pensando que fue domesticado por muros de piedra y motas de arena o escolleras para proteger nuestros campos y casas, pero olvidamos que el agua entiende poco de cotas, hormigón e ingeniería, y menos de riesgos de inundación.
Seguimos viendo lo que el río no es, un canal o una tubería de plomo que con el paso del tiempo se llena de cal, se obtura y al final revienta. Vemos al Guadalete desde lejos, como si nunca fuera ni nuestro ni de nadie por ser de todos (no sólo de los regantes). Olvidamos otras inundaciones pasadas, con los mimos embalses y canales, e incluso hasta donde llegaron las aguas. Seguimos construyendo, transformando casas de labranza y aperos en viviendas, ocupadas con "c" o con "k".
Pero lo que es peor, aunque veamos al Guadalete como en las crecidas de los 90, olvidamos las imágenes de los 80, 70 y 60, y así cada 10 u 11 años atrás en los que el río parece reclamar lo que un día fuera suyo y que durante miles de años alimentó. Olvidamos también que cuando trazamos nuestros pueblos, construimos sus vías de comunicación, cifras como 500 años, 300, 100 años no son más que estadísticas imposibles, como si cualquier periodo de tiempo superior a cuatro años no fuera con nosotros (o lo que es lo mismo, con nuestros políticos).
El río nos lleva, pero también nos condena a la ceguera, a la pérdida de la memoria, y así, como pastores de la Arcadía castigados por las ninfas del agua, a la locura y al olvido.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Vivir un río


Vivir es nacer, crecer y morir como los ríos nacen, crecen y mueren en el mar. El río nace de la tierra en la montaña, del sol en la nieve, o de la ráfaga de lluvia de primavera u otoño. Cada borbotón, cada gota o cada reguero busca su homólogo para hacer el arroyuelo, el arroyo, y el río. En el estuario, el río deja de ser, pero tampoco se hace mar. Canales de agua dulce y otra veces salada se mezclan y entrelazan al ritmo de las mareas. Como escribió Manrique (1)  “Nuestras vidas son como los ríos que van a dar en la mar que es el morir”. Sin embargo, el río se hace también en el mar, en cada gota de nube que luego en forma de hielo, nieve o lluvia con o menos fuerza cae en la tierra día tras día, mes y año.
Viviendo ríos quiere ser río como la gota de agua que abandona el océano. Quiere viajar por cada gruta o manantial de la que el agua corre o dejó de correr en su día. También quiere ser cauce en movimiento, con insectos, anfibios y peces que nadan o andan en el agua, flor de lirio y tallo de junco o enea, miles de seres de agua que dan vida al río escondidos bajo las piedras, en el árbol caído, o entre en el carrizo sumergido.
Viviendo ríos quirie ser río vivo, pero también rio vivido. Quiere ser fuente serrana; noria, matrinche y acequia en la huerta; barca o puente de orilla a orilla y puerto; pero también, hortelano, carpintero de ribera, pecero o barquero; personas y oficios de lo fluvial, de lo vivido en el agua o en la ribera, historias, mitos y leyendas, magia del agua viva y vivida de nuestros mayores y de nosotros mismos.
Viviendo ríos navegará por aguas del Guadalquivir como las ánforas romanas de la Bética o los troncos de Cazorla. Recorrerá el Guadajoz girando con sus ruedas y norias. Cruzará puentes romanos o romanizados por la cultura popular entre tarajes, alamedas y olmedas del Genil. Llamará a Cartujas, como la de Sevilla a pie del Guadalquivir, a la de Jerez en el Guadalete, pero también a ermitas en el río Marbella, junto a carretas que vadean el Quema o el Jándula. Y del sur al Norte, entre paredes verticales y cañones del Sil, pasando por el Guadiana y el Tajo. Del Norte al Levante, con el Ebro, el Júcar y el Segura, contando historias vividas y aprendidas entre ríos de la geografía peninsular.
Naturaleza, historia y cultura, serán los temas básicos de este foro. Cómo río, nace fuerte e impetuoso, caprichoso con el tiempo y a merced de la corriente. Ojalá que ni el estío, ni la memoria nos abandonen y quede seco y preso como otros ríos de la península.

(1) Jorge Manrique (1476). Coplas por la muerte de su padre

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.