domingo, 18 de diciembre de 2011

Salineros. Campesinos de lo salado

En tierras de campiña hay cientos de arroyos salados que han alimentado un buen número de salinas de interior de Andalucía. La mayoría de estas salinas han ido desapareciendo ahogadas por la producción de la sal marina o el avance de la técnica que abandonó la sal como conservante de alimentos por el frío y el vacío. De las salinas antiguas apenas quedan los restos de piletas y casas rotas de tapia y teja del salinero.
Sea esta entrada un homenaje a esos salineros de tierra adentro que todavía se afanan como artesanos en mantener un oficio milenario como José y Francisco en las Salinas de Tejas Coloradas en Baena y las salinas del puente de Albendín [1].
Cuando el calor aprieta, comienza el trabajo del salinero. De sol a sol con sombrero de paja como el campesino, el salinero riega sus piletas como el hortelano riega la huerta. El salinero trabaja en su era, con mazo, vara y pala como se trabaja en la era con el mayal y el trillo.
Los salineros de la campiña no son mineros de gema. Trabajan entre calderas y cristalizadores, piletas de agua y sal, cegados por el blanco nieve de la salina, con los ojos irritados entre el salado del sudor y la salmuera.
El agua salada se hacía salmuera con el calor del estío en la caldera. Entre canales y acequias blancas las piletas se llenaban de agua-sal. El sol acababa formando cristales y rosetas de sal que rotas el salinero arañaba del lecho de piedra. En pequeños montones de cristales blancos la sal se secaba. Luego se hacían ladrillos o quesos para vender en cada casa y cortijo, o cabreros y panaderos.
Ya no renta la salina ni se ven montones blancos de sal en la campiña. La lluvia que hoy garantiza cosechas de aceitunas pero que también roba la tierra entre regajos y cárcavas en suelos desnudo, era antes temida porque hacía lo propio con la pila de sal y acaba con la cosecha.
Corren otros tiempos, con otras necesidades y fuentes de agua y de sal. Sin embargo, no podemos permitir que oficios como el de salinero desaparezcan de nuestra memoria como la sal en el agua, o los arroyos salados bajo el arado y el olivar [2].
[1] Oro blanco de la campiña. Salinas de Albendín y Baena. http://albendindesdelatorre.blogspot.com/
[2] María Jesús Barquero Casas: Río Salado (Hijos de Andalucía)
El río salado
corre por entre los olivares
y en volandas trae el viento
un eco de soleares.
Las niñas de las huertas
van en camisa a bailar
con el río como las ninfas.
Cuando salen del agua sus pies
descalzos la tierra enrojecida
los va calzando.
Los flecos de sus camisas
son agua salada y fría
y al secar su piel morena
dibujan blancas estrías.
[3] Imágenes tomadas de la salina cordobesa explotada por MOALVISA.