Historia de un arroyo no es un libro de viajes al
uso de finales del siglo XIX y principios del XX, en el que lo romántico describe
un paisaje y paisanaje repleto de retórica histórica y salvaje. Pero si es un
libro en el que infinitas gotas de agua recorren un camino sin fin desde la
nube a la montaña, pasando por barrancos, valles y estuarios hasta llegar al
mar, y vuelta a empezar. También aparecen ninfas y náyades que nos recuerdan la
magia del agua [1] y corrientes de agua de la Arcadia soñada, como imágenes de
referencia de lo que nuestros arroyos y ríos deberían de ser.
Para los que nos gusta leer y releer libros con un lápiz,
el texto de Reclus se convierte en recopilatorio continuo de notas al margen y
subrayados, casi un compendio infinito de citas obligadas y ejemplo de lo que
es vivir y amar la corriente del agua.
Y es que cuando se ama un arroyo, no es suficiente
con mirarlo, estudiarlo o pasear por sus orillas, hay que buscar un conocimiento
más íntimo bañándonos en sus aguas y convertirnos en tritón como nuestros
antepasados.
Quand on aime bien le ruisseau, on ne se contente
pas de le regarder, de l’étudier, de cheminer sur ses bords, on fait aussi
connaissance plus intime avec lui en plongeant dans son eau. On redevient triton comme l’étaient nos ancêstres.
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