miércoles, 15 de julio de 2020

La gestión cultural de los ríos


En el ámbito de la planificación hidrológica los ríos son masas de agua de carácter natural o muy modificadas que de acuerdo con la Directiva Marco del Agua deben alcanzar unos determinados objetivos de calidad ecológica según su tipología: el buen estado o potencial ecológico. Los ríos forman parte también de los sistemas de explotación de la cuenca o la demarcación hidrográfica correspondiente; su aprovechamiento como recurso hídrico está condicionado por el cumplimiento de los objetivos medioambientales así como los criterios de gestión de ajuste oferta-demanda de agua entre diferentes sectores de usuarios.



Sin embargo, más allá de lo ambiental y lo hidráulico, los ríos son mucho más. Así, en el ámbito del paisaje, el fluir del agua dibuja líneas y bandas de diferente textura y forma que destacan en el fondo árido o semiárido de nuestro entorno; en el de la salud, espacios terapéuticos donde reponer cuerpo y espíritu; y en el del ocio y el deporte, escenarios naturales o seminaturales de actividad recreativa o práctica deportiva. Los ríos, como ecosistemas naturales o transformados, ofrecen diferentes bienes y servicios, que pueden ser evaluados desde diferentes perspectivas sectoriales y un principio general: el desarrollo sostenible.


Desde la cultura, ahora también pilar fundamental de la sostenibilidad, los ríos son fuente de inspiración de la creación y recreación cultural; objeto de estudio histórico y antropológico de un determinado territorio o una comunidad; elemento fundamental de un paisaje cultural; y ámbito particular de patrimonios específicos como el arqueológico, el industrial, el etnológico y el documental.


Como sistema complejo, la gestión del río, debería de superar modelos de gestión monocolor. El verde de la política medioambiental, el gris de la infraestructura y el azul del recurso hídrico están obligados a entenderse y mezclarse en una misma mesa y paleta, a la que habría que añadir el nuevo tono o al menos matiz anaranjado de la cultura. Así, la declaración de un molino o una central hidroeléctrica como Bien de Interés Cultural no debería ser ejercicio de patrimonialización exclusivo de la política cultural ni excluyente de la medioambiental ni la de aguas. En el otro sentido, tanto de lo mismo; la restauración de un molino (protegido o no) tampoco debería ser proyecto exclusivo de ingeniería y excluyente de la intervención arqueológica y la aproximación historiográfica y documental.


Esto que en teoría parece fácil, lógico y obligado en el ámbito de la optimización de la inversión pública, así como en el de la cooperación interadministrativa y territorial, en la práctica resulta complicado y, salvo ejemplos puntuales, tarea casi imposible. El técnico de cultura no entiende o atiende razones ambientales para liberar ríos, el de medioambiente tampoco de la importancia de esta o aquella presa romana, y el de la comunidad de regantes porqué unos y otros se empeñan en hablar de patrimonio cultural y natural cuando lo que en realidad importa según sus usuarios son nuevas infraestructuras de regulación y más agua para fijar la población al territorio y llenar la España vaciada.


Desde Viviendo Ríos alentamos la idea del Río Vivo y la Biodiversidad, también la del río como oportunidad y recurso de desarrollo económico responsable sea desde el regadío, la producción energética o el turismo, pero sobre todo, reivindicamos la del Río Vivido y la Cliodiversidad. Reclamamos un ámbito nuevo de la gestión fluvial desde la cultura con carácter complementario (y por tanto necesario) en el que el río (a escala de cuenca o tramo) debería ser motivo de encuentro de diferentes visiones y expectativas, pero también de recuerdos, historias y patrimonio común. Ahora en plena revisión de la planificación hidrológica es el momento de compartir y decidir problemas y estrategias de acción a corto, medio y largo… TAMBIÉN DESDE LA CULTURA.





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