El próximo 18 de abril es el día internacional de
los Monumentos y Sitios [1]. Se trata de una celebración en la que desde el
ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios), organización
internacional de la UNESCO dedicada al patrimonio cultural, se nos invita cada
año a reflexionar sobre un tema de interés.
En una edición atípica, sin visitas extraordinarias
ni jornadas de puertas abiertas, será desde nuestras casas, el punto de
encuentro para reflexionar en su lema, en los elementos de la cultura que
forman parte de nuestra identidad como un patrimonio propio pero también
compartido como compartida es la responsabilidad de su gestión.
En Viviendo Ríos hemos y seguiremos navegando por el
patrimonio hidráulico con relación al valor arqueológico de antiguos puertos
fluviales y el uso del agua, el documental de antiguas ordenanzas o
cartografía, el etnológico de refranes y rituales en torno al agua, así como el
industrial de molinos, batanes o centrales hidroeléctricas.
Oficios tradicionales como el de ganchero, arenero o
salinero, forman parte de la identidad perdida de ríos o tramos como el Alto
Guadalquivir en Cazorla con sus pineros y almadías; la del Guadalquivir también
en Córdoba o Sevilla con sus coplas e imágenes de areneros; o la casi perdida ya
de ríos y arroyos Salados con sus salinas.
Sin embargo hay un buen número de infraestructuras
hidráulicas que aun perdida su función original siguen hoy día contribuyendo a
la identidad de un determinado territorio. Es el caso de los restos de molinos
y batanes que dibujan los paisajes culturales de la harina del Guadaíra o los de
la lana en la Rivera del Huesna; las presas, matrinches y acequias de regadío
con más de un siglo de antigüedad de los paisajes del agua y sus huertas del arroyo
Marbella y el río Genil; o los puentes de piedra del pasado, sean romanos o no,
que permanecen en mejor o peor estado de conservación debajo de los viaductos de
hierro y hormigón del presente, incluidos como elementos de interés vertical en
el más horizontal de nuestro patrimonio, el de las vías pecuarias y la red
caminos y calzadas romanas del territorio.
¿De quién es la responsabilidad de la salvaguarda de
estos elementos?, ¿qué instituciones han de atender las denuncias de las
correspondientes asociaciones locales que reclaman la conservación y la puesta
en valor de este patrimonio, que no en pocas ocasiones abandonado a su mala
suerte, es considerado en riesgo? Varios son los ámbitos o sectores que
tendrían algo que decir.
Desde la planificación hidrológica la gestión del
patrimonio hidráulico implicaría la revisión del correspondiente registro y régimen
concesional o autorización que dio lugar a su construcción o modernización en
el caso de las infraestructuras más recientes y en uso. Aparte de lo administrativo
con relación al uso del dominio público hidráulico muchas de las
infraestructuras de interés están incluidas en el inventario de presiones hidromorfológicas,
como elementos que podrían afectar al estado o potencial ecológico de ríos
naturales o modificados. Junto a la valoración de su posible efecto en la continuidad
longitudinal y transversal del el espacio fluvial, sería interesante incluir cuestiones
de carácter cultural, relacionadas con los sus valores arqueológicos,
etnológicos, documentales e industriales, así como el desarrollo de algunos
temas de valoración paisajística que a escala de cuenca ya empiezan a
considerarse en el caso del Guadalquivir. En el ámbito de su recuperación hay
buenos ejemplos de cómo abordar la puesta en valor de este patrimonio, pero no tantos de cómo mantener el viejo molino o batán
recuperado cuando tras la intervención y, en su caso, la entrega de la obra a
la administración local, su mantenimiento.
Desde el ámbito regional, además del correspondiente
reconocimiento de su valor como monumento cultural y natural de algunos tramos, habría que dar
respuesta a los expedientes ya iniciados y abrir nuevas procesos de
patrimonialización de otras infraestructuras singulares y prácticamente desconocidas.
En caso del Guadaira, en el del propio Guadalquivir en Córdoba, o en el
Guadajoz, un buen número de molinos esperan la correspondiente
declaración que pueda abrir puertas a posibles vías de recuperación y
obligaciones.
En lo local, la cuestión es algo más delicada, pues
cualquier intervención en este tipo de patrimonio pasa por el reconocimiento
primero de su valor para la población y segundo de la propiedad municipal. En
el primer el caso, con la inclusión del viejo puente o el molino en el catálogo
municipal sería suficiente para que la iniciativa municipal (así como la
regional) tomara cartas en el asunto, al menos en teoría. Sin embargo, en la
práctica no hay proyecto de intervención posible sin el reconocimiento
explicito de la titularidad pública, cuestión que aunque no justifica la
pasividad, es utilizada como excusa para no intervenir en molinos singulares y únicos
como los que todavía podemos encontrar en la cabecera del Guadaíra.
También hay buenos y malos ejemplos de iniciativas
privadas con relación al patrimonio hidráulico. En el ámbito de los programas
de desarrollo local no es raro encontrarse con proyectos de recuperación e
integración de la vieja infraestructura en el alojamiento rural, pero son más
las iniciativas de transformación del aljibe medieval en piscina de residencia
de verano o la vieja fábrica de luz en simple almacén de aperos.
Aprovechando la ocasión y el lema del próximo día
mundial de los Monumentos y Sitios, desde Viviendo Ríos llamamos la atención
sobre lo que queda por hacer en cuanto al patrimonio hidráulico y la necesidad
de continuar con vías abiertas de patrimonialización y conservación en tres
ámbitos complementarios de acción pero también de responsabilidad compartida.
En próximas entradas daremos cuenta de cada uno de los ejemplos que con carácter
general hemos mencionado en la de hoy.
+INFO:
[1] Día Internacional de los Monumentos y Sitios.
ICOMOS
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