A estas alturas, subirse al carro de felicitaciones a todo
el equipo responsable de la película ISLA MÍNIMA es tarea obligada tras el
éxito de la pasada edición de los Goya del cine español, que tuvo su
correspondiente antesala en el Festival Internacional de San Sebastián.
De los ríos en el cine, en el blog hemos recordado películas
entrañables como el Río que nos lleva
cuando hablamos de los pineros o gancheros [1] del alto Guadalquivir, y
sobre éste, hemos rendido homenaje a los areneros
[2] y riacheros [3] del curso bajo.
Fue en esta última entrada en la que tratamos de recoger la aventura de la vida
en una comarca dura y singular como el Bajo Guadalquivir, paisaje de tierra y
agua en la que agricultura y pesca tejen redes caprichosas de esperanza y
desengaño.
Compartir con nuestros lectores aquella entrada nos hizo
recordar tiempos pasados de viaje por las aguas turbias que de forma magistral
retrata Alex Catalán, caminos infinitos de paisaje llano rodeados de miles de
espejo que confunden cielo y agua en busca de albures y anguilas, pueblos de
colonización muertos junto al río, estacas de madera y ruedas junto a la
orilla, canales y acequias de agua, arroz, y algodón, gente del Bajo
Guadalquivir de nasas, trasmallo y barca.
Fueron esos recuerdos los que volvieron otra vez con el largometraje
de Alberto Rodríguez, las madrugadas en el Puntal, las noches del Copero, los
baches de la carretera del Plástico, el atardecer en La Señuela, y una mañana
de domingo de paseo y cruce de barca entre orillas en las que parece que el
tiempo, como la corriente, se detuvo junto al atlántico.[2] http://viviendorios.blogspot.com.es/search/label/Areneros
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