lunes, 31 de enero de 2011

Arqueología hidráulica

La arqueología está de moda en Córdoba. Hoy se ha inaugurado la ampliación del museo arqueológico de la capital, hace menos de un mes se inauguró el Parque Arqueológico de Torreparedones entre Baena y Castro del Río, y las inundaciones del pasado año en Aguilar sacaron a la luz un nuevo yacimiento arqueológico para la provincia.
Aunque la administración cree el nuevo espacio arqueológico o excave el yacimiento, la naturaleza también se empeña en mostrarnos nuestro pasado. En Aguilar fue a golpe de tormenta, pero en el resto de la campiña la pequeña escorrentía poco a poco va desenterrando otros yacimientos. En la mayoría de las ocasiones, al arado acaba con el regajo y la posibilidad de profundizar en nuestros orígenes. En otras, los restos quedan a la luz y son objeto de expolio y destrucción. Pero a veces, surgen iniciativas de interés como la que os presento.
En la entrada anterior ya os hablé de la construcción de una noria en el ámbito del Programa Europeo LIFE Guadajoz de la Mancomunidad de Municipios del Guadajoz-Campiña Este de Córdoba. En este proyecto también tuvimos la oportunidad de trabajar en cursos más pequeños de la campiña como el arroyo Ballesteros en Nueva Carteya. Si con Juan Antonio y Francisco Hinojasa, tuve la oportunidad de trabajar con la madera y la carpintería de ribera, con Juan Luis Piqueras lo hice con la piedra y la arqueología. Con él también aprendí a vivir ríos desde un nuevo punto de vista, descubriendo restos del mundo íbero-romano andando por medio de regajos y arroyos excavados por la erosión.
Fue este singular arqueólogo “rural” quien nos informó de la existencia de uno restos asociados a una terma romana en el arroyo y el peligro de su degradación de no intervenir con cierta urgencia. Juan Luis fue también el director de la excavación y el responsable de los trabajos arqueológicos que el programa LIFE desarrolló en Nueva Carteya.
Con el objeto de proteger los restos y profundizar en su naturaleza, diseñamos un proyecto de intervención para profundizar en el yacimiento y la protección de los posibles restos que se encontraran. Comenzamos rectificando el curso actual del arroyo y protegiendo la zona de excavación de posibles escorrentías.
A base de pala y cepillo, fuimos descubriendo los diferentes elementos estructurales de una terma asociada a una villa romana.

Lo que fuera un pequeña pileta degrada por la escorrentía y la erosión, se nos mostró como un componente más de toda una estructura en magnífico estado de conservación, incluyendo varios elementos singulares como tuberías e hipocausto.
Una vez analizados los restos, procedimos a la protección del yacimiento. Lo que la erosión en su día cubrió en cientos de años, lo hicimos un unos pocos días. Colocamos un geotextil de base, una capa de tierra neutra y otra final de tierra vegetal, y a continuación fijamos la base del nuevo cauce con objeto de recuperar la embocadura a la obra de fábrica original.
En el curso bajo del arroyo y zona de excavación, reforzamos el talud mediante un gavión flexible y adatado la pendiente y tamaño de la obra de fábrica original.
También se actuó aguas arriba con objeto de recuperar la pendiente original del arroyo y disminuir la acción erosiva de la escorrentía.
Como toda acción LIFE, la del arroyo de Ballesteros fue una intervención piloto con carácter demostrativo. En su día, los objetivos de protección del yacimiento en este ámbito de actuación se dieron por cumplidos y así se nos informó desde la propia Delegación Provincial de la Consejería de Cultura y desde la Comisión Europea.
Ahora, varios años después de la intervención, no sé si lo que fuimos capaces de demostrar en Nueva Carteya, ha tenido tanto éxito. La erosión en ese bosque mediterráneo de olivos tan valorado por el entonces Consejero de Agricultura y hoy Consejero de Cultura, Paulino Plata, sigue avanzado. La tierra se pierde ladera abajo, enterrando mil años después otras infraestructuras, ahora no son termas, pero sí embalses como el de Cordobilla, también de actualidad.
Junto a la colmatación de presas y cauces, siguen apareciendo ladera arriba nuevos yacimientos que son rápidamente cubiertos por el propietarios y/o expuestos al expolio. Desde los ayuntamientos, el arqueólogo municipal, cuando existe, no puede hacer más que lo que hace con pocos fondos y sin presupuesto fijo anual, con excepciones más que singulares como la del Ayuntamiento de Baena en Torreparedones.
Ojalá que desde cultura, se siga invirtiendo en nuestro patrimonio. Que vengan museos y grandes complejos arqueológicos, pero que no se olviden otros muchos yacimientos que antes de ser si quiera catalogados desaparecen de nuestro territorio, y también de nuestro patrimonio.

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