jueves, 22 de septiembre de 2011

Vidas ajenas. La invasión de especies exóticas en los ríos (1)

Cada río y tramo fluvial tiene un conjunto de seres vivos característico. Factores distintos a distintas escalas determinan una u otra combinación de especies. A nivel de cuencas, el aislamiento de la red de drenaje y otros factores biogeográficos que operan a grandes escalas de tiempo limitan el número potencial de especies.
Jacinto de agua en el Guadiana [1]
Los gradientes abióticos a escala de cuenca en altitud, temperatura, conductividad y geomorfología concretan el número final es especies de cada tramo. Finalmente, la combinación de un determinado tipo de sustrato, velocidad de corriente y refugio permitirán la ocupación de una u otra especie en un mismo tramo.
Helecho de agua en Rivera de Cala [2]
Este patrón de diversidad es una característica más del ecosistema fluvial. La estructura de las comunidades de flora y fauna que encontramos en cada tramo se mide con diferentes índices de diversidad. A partir de estos índices se define el estado ecológico de una masa de agua superficial, sea río o lago natural, modificada o artificial.
Mejillón cebra en el Ebro [3]
De acuerdo con la normativa vigente, quedan cuatro años para que nuestros ríos alcancen un buen estado ecológico, o lo que es lo mismo, una combinación determinada de especies de flora (por ejemplo, algas diatomeas y macrófitas) y fauna (por ejemplo, macroinvertebrados y peces) no demasiado alterada respecto a un valor de referencia específico asociado a un río o lago sin ningún tipo de intervención humana significativa o estado natural.
Cangrejo rojo [4]
La aparición de una especie ajena al pool original, introducida directa o indirectamente por el hombre, altera la estructura natural de la comunidad y modifica las propiedades del ecosistema. La proliferación de la especie introducida puede afectar a la abundancia de las poblaciones autóctonas y modificar procesos ecológicos esenciales que deterioran la calidad de la masa de agua.
Pez sol [5]
Durante cientos de años, la introducción de estas de especies no ha sido un problema, incluso se ha fomentado con objeto de mejorar nuestra ictiofauna, controlar plagas, o mejorar las riberas. Sin embargo, cuando la introducción empieza a producir daños en el regadío, y en el abastecimeinto, cuando las centrales hidroeléctricas quedan inutilizadas, cuando desaparecen las truchas y cangrejos autóctonos, o cuando el río queda cubierto por una alfombra verde de plantas flotantes, nos echamos las manos a la cabeza, nos acordamos de otros tiempos y nos preguntamos qué está haciendo la administración para evitar estos daños.
Lucioperca [5]
Hablamos de las especies introducidas, de especies exóticas que de la mano del hombre de forma intencionada o no han sustituido a las especies nativas que deberían habitar el río en condiciones normales. Se trata de almejas, mejillones e hidrozoos que en obstruyen y ciegan rejillas y conducciones de riego, abastecimiento e hidroeléctricas; de truchas extrañas o arcoíris, de luciopercas, peces soles y blases; de cangrejos rojos y ocres; de helechos, lechugas y jacintos de agua; en el Ebro, Guadiana, Tajo o Guadalquivir, entre otras especies, ríos y cuencas.
Siluro en Mequinenza [6]
Inauguramos con esta entrada, una nueva serie dedicada a estas especies, en la que hablaremos de vidas ajenas de nuestros ríos, de daños económicos y ecológicos, pero también de medios y propuestas de control y erradicación en su caso.

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